domingo, 6 de octubre de 2013
Que no existes, y sí.
Energía oscura, ¿qué es exactamente? ¿Cómo funciona? ¿Qué
hacer para entenderla? Una incógnita. Al igual que tu enrevesado saber de loba,
y tu extraña belleza antinatural. A veces no entiendo tu manera de pensar. Pero
no de la manera filosófica del pensamiento, si no de la manera física del alma.
Alma, ¿quién no tiene alma? Tú. Como un diablo. Diablo seductor que será mi
ruina, y ojalá lo seas. Musa pervertida y a la vez angelical. Que duermes de
día, despiertas de noche, y me desvelas. Haces que plasme mis miedos en hojas
en blanco cuando no quiero, y cuando te necesito, no apareces. Soledad querida
que me envuelve, la que tú me das. Felicidad que me quitas al abrazar mis dedos
y no permitirme el movimiento, angustia que me llena cuando no lo haces.
Contradicciones, la tuya y la mía. La nuestra. La que tú me haces sentir, hacia
la que todos me empujan. Yo misma, otra vez, y tú, nunca verdadera y siempre
efímera. Vuelve, camina, vuela, sonríe y acaricia. Acaricia el alma herida e
inexistente de este pobre ser moribundo, que te busca y no te encuentra, que te
quiere y no te ve. Libertad de expresiones y sentimientos que me ofreces, y que
no quiero, pero sí. Amante, que necesitas estímulos para llegar, y cuando lo
haces te quedas tan solo un segundo. Que no es amor, ni ningún sentimiento
conocido por el hombre de calle. Eres tú, musa, que no existes y sí lo haces,
para mí, y para los que te llaman cada noche tras un cristal de lágrimas y
sonrisas confusas, que son de anhelarte, de verte, y de no hacerlo.
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